Érase una vez: Teoría de la novela - 1, por Melquíades Walker – Junio 2012



Tienes el proyecto metido en la cabeza desde hace mucho tiempo, pero siempre lo vas aplazando. Te surgen ideas que vas archivando en la memoria y, cuando te acuerdas, las anotas en ese cuaderno que a veces miras con desconfianza y recelo. Te atreves con algún cuento, con algún poema suelto, pero te da miedo enfrascarte en esa aventura que te pulula como una mala conciencia y nunca logras desechar del todo. Te dices, “cuando tenga tiempo”, pero éste viene y va y tú sigues anclado en tus dudas… ¿Te decidirás algún día?...
Escribir una novela es una gran experiencia que no se logra olvidar con facilidad, cuando lo haces tú eres como un pequeño dios en el génesis de su universo, un universo sólo tuyo, privado, personal, donde haces y deshaces a tu antojo, creas y destruyes, entras y sales de él para poder vivir otras vidas y otras experiencias que, seguramente, jamás conocerías en tu mundo real. Y todo con una sola condición: tener algo que decir y ganas de decirlo.
Cuando comienzas a escribir una novela es como iniciar un largo viaje: lo tienes todo pensado, dispuesto,  organizado… y luego casi nada resulta igual a como lo planeaste, porque con la primero palabra originas una aventura  que, aunque no te lo creas, nunca sabes dónde te llevará.
Pero, ¿de qué hablar?, te preguntarás. La respuesta es muy sencilla, ya que puedes hacerlo de todo cuanto te rodea, todo puede ser tema de una novela, tanto los sueños, como los recuerdos o las sensaciones, todo. Pero, cuidado, al igual que una fotografía no es lo mismo que una pintura, tú deberás aprender que para una historia sea considerada novela, por muy real que ésta sea, no puede estar tratada como si fuera una noticia periodística, porque para novelar hay que interpretar la realidad, verla desde otro u otros prismas, otras perspectivas y localizar, seleccionar o combinar los acontecimientos que consideres importantes para ello.
Luego recuerda que toda novela es como un planeta que gira siempre sobre el mismo eje, de lo contrario su argumento sería caótico e iría dando  tumbos de constelación en constelación sin llegar a ninguna parte. Para que esto resulte bien debes tener en cuenta que la narración se desarrolla mediante unos personajes a quienes les acontecen diversos hechos a lo largo de un tiempo y en un espacio. Y todo esto está modelado con la arcilla de las palabras, con el color de los sonidos y los signos y con la melodía de unas normas combinatorias que den al conjunto una presencia de objeto de arte.
Dijo Darío Villanueva, y de eso nuestro académico sabe bastante, que
“la novela es el reino de la libertad, libertad de contenido y libertad de forma, y por naturaleza resulta ser proteica y abierta. La única regla que cumple universalmente es la de transgredirlas todas, y ese aserto debe figurar en el preámbulo de toda exposición sobre el comentario o lectura crítica de la novela.”

Sin embargo, seguramente necesitas algunas pautas, algún tipo de organización desde la que partir para tranquilidad de tu ánimo…, Pues bien, puedes iniciar tu andadura partiendo de estas premisas: 

La novela es una narración, en prosa, cuyo tema es ficticio y con una duración determinada, donde aparecerá una trama o acontecimiento que estará desarrollada mediante personajes, en el transcurso de un tiempo y en un lugar.

Hay arranques para todos los gustos y tú deberás encontrar el tuyo propio, aquel con el que te sientas identificado y a gusto. Algunos escritores se trazan previamente un plano de la novela, lo que se viene a llamar “esquema”, otros no, simplemente se lanzan a pecho descubierto y afrontan lo que venga y otros, los más reflexivos, se graban la guía de viaje en sus mentes y la siguen como las aves migratorias, con una brújula intuitiva y mental.
El esquema, lo traces al inicio o lo vayas descubriendo en el transcurso del paseo, es una exigencia necesaria de toda novela, pues debes seguir una línea argumental que te aleje de la incoherencia. Sobre esto nos vendrá bien leer lo que le decía Stendhal en una carta a su amigo Balzac:
 “Yo había hecho en mi juventud algunos planes de novelas, y escribiendo planes me hielo. Compongo veinte o treinta páginas, luego tengo necesidad de distraerme: un poco de amor, cuando puedo, o alguna orgía; a la mañana siguiente lo he olvidado todo, y leyendo las tres o cuatro últimas páginas del capítulo de la víspera, me viene el capítulo del día. Dicté el libro que usted defiende (La cartuja de Parma) en sesenta o setenta días. Me empujaban las ideas.”
Sinceramente, yo soy de estos. Sin embargo, es necesario tener una idea, por vaga que sea, de planificación, del nudo y de los personajes, pero, sobre todo, del argumento. Éste es la síntesis de la novela, en él aparece lo fundamental y debe ser previo a su escritura, de lo contrario simplemente será un resumen. Del argumento se parte y a partir de él se desarrolla y, a veces, incluso evoluciona…
Sobre el personaje, mejor que nos lo diga E.M. Forster:
 “Nace, por lo general, como un paquete, puede seguir viviendo después de morir, necesita poca comida, poco sueño y está infatigablemente ocupado en relaciones humanas. Y, lo más importante, podemos llegar a saber más de él que de cualquiera de nuestros congéneres, porque su creador y narrador son una misma persona. Si tuviéramos aptitudes para la hipérbole, exclamaríamos: ‘Si Dios pudiera contar la historia del universo, el universo entero se convertiría en ficción’. Tal es el principio que se pone de manifiesto.”
Así pues, concluyendo, te podría decir que las ideas generales para escribir una novela son: Saber de qué va la historia y qué tema quieres tratar. Quién o quiénes serán los protagonistas y cuál el lugar donde se desarrolle. E imaginar, dejar rienda suelta a tu fantasía para que ella te ayude a crear esos mundos que la realidad te niega. Pero, sobre todo, tener deseos de escribir y no temer a las palabras.
Esto sólo es el comienzo, al mes próximo iremos desgranando esos recursos que sé esperas conocer…

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