CRÓNICAS DESDE EL ADRIÁTICO: Traición y venganza, por Ángeles Sánchez





“Cuando la fortuna te sonríe al llevar a cabo algo tan violento y feo 
como la venganza, es una prueba irrefutable no sólo de que 
Dios existe, sino de que estás cumpliendo su voluntad.”
 Kill Bill


                 Hace un año aproximadamente me presentaron a una señora muy vieja y cruel, parecía una bruja. Llevaba en mi vida unos cinco años, aunque yo no la conocía.
            Esa mujer se llamaba Traición. Lo primero que sentí al verla fue comprensión, por un momento entendí todo, las dudas, el rencor, la falsedad... Todo ello llegó de golpe y me atravesó. Me tambaleé, me sentí mareada. Fue como si de pronto estuviera sola. Mirando a la cara a una persona que hasta ahora no me había dado cuenta que conociera tan bien. Después, en un acto reflejo, intente sonreír. Hacer como si nada, apartar la mirada y perderme en mi vaso de mojito. Pero no fue fácil, inconscientemente comencé a unir las fichas de aquel puzle, deje que mis conocimientos y mi rabia fluyeran juntos en una dirección que no lograba entender.
            Los días pasaron, y mi ira se fue calmando, no desapareció, pero por un tiempo durmió tranquila. Comencé a flotar en un limbo de vanidad, orgullo, soberbia y ostentosidad. Me habían pisoteado y aunque por el momento no quería que la sangre llegara al río, tenia bien claro que no iba a ser la victima de la historia, la pobre chica a la que una de sus amigas le había golpeado desde atrás. La cabeza bien alta, siempre. Tenía que demostrarle a ella que nada de lo que pudiera hacerme me afectaba, aunque fuera mentira, aunque mil demonios me ardieran por dentro.
            Mes tras mes, cada vez que me encontraba con ella yo ponía carita de niña buena, de no recordar nada y continuaba con el cuento chino del perdón. Pero algo dentro de mi crecía, diciéndome que llegaría el momento de actuar, que esperara paciente.
            E voilà! Tanto tiempo buscándola, tanto tiempo deseando conocerla, se me antojó demasiado fácil cuando por casualidad, alguien me puso en bandeja el plato final. Venganza, otra señora muy cruel, pero con cierto atractivo y clase. Ella siempre me trató bien, le encantaba mi plan. Un plan que apareció de la noche a la mañana sin ton ni son. Sin yo hacer nada. Simple. Ojo por ojo, diente por diente. ¿Qué mejor para hacer sufrir a alguien que darle de su propia medicina?
            "Tú, tú que eras mi amiga...a ti que te lloraba por que sabía que él tenía a otras, tú que me mirabas a la cara y me decías que no valía la pena llorar por un hombre...a ti que te lo conté todo, todo lo que le quería... tú que fuiste quien me incitó a estar con él"
            Una y otra vez le gritaba esos pensamientos cuando la tenía delante. No podía menos que odiarla. Y ella, pobre inocente e ilusa, venía a mi a contarme qué poco avanzaba su relación con su nuevo chico. Me lo contaba todo sobre él, sobre ellos. Yo, a esas alturas, ya sabía dónde estaba el fallo, qué iba mal, qué quería él que ella no le daba. Qué esperaba ella de él. Lo sabía todo.
            Y como ya he dicho, el vino a mi, sin yo llamarle, sin yo hacer nada, sin mover un dedo. Y si de otra amiga se hubiera tratado, lo hubiera mandado de verano, pero a ella se la debía. Y no fue complicado decirle lo que necesitaba oir: un poco de palabrería barata y subida de tono, un par de halagos y dos o tres comentarios despectivos e incoherentes, los cuales en vez de alejarlo de mi, lo acercaban más. (Como ese niño que solo quiere probar un helado porque sus padres se lo han prohibido).
            Lo mejor de todo es que a día de hoy no ha pasado nada entre él y yo. Ni un triste beso. Nada. No me gusta, no veo con buenos ojos esa forma de tratar a las mujeres que tiene, no hay nada en él que pueda inspirarme atracción. Pero ella cree que sí. Lo sospecha. Fui cruel y maquinadora, pero en buen momento se lo conté a quien sabía que no podría tener el pico cerrado.
          Y con eso, tengo todo lo que quería: su incertidumbre, su dolor y mi sentimiento de no haber perdido.
          Después de todo este tiempo mi peor temor es que el final de ese laberinto donde me metí por cabezota sólo sea el principio del siguiente. Así es la vida, terminas un periodo para comenzar otro.
            ¿Me siento bien? Para nada. El camino ha sido largo. Tortuoso. Puede que haya perdido a una “amiga”. Y Ahora no puedo evitar las ganas de gritar, ni puedo dejar de pensar en lo mala persona que soy. Estoy perdida en un enredo de pensamientos. Sostenida en una balanza intentando sopesar quién es peor de las dos. He jugado con varias personas, las he manipulado. Y todo por entrar en el juego tonto de la supervivencia y el autoestima femenino. Todo por meterme dentro de un bosque de donde he salido airosa, de pura casualidad. 

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